Enseñar a dar pelotazos

Diego Torres e Iñaki Urdangarín

Las aventuras empresariales del Duque de Palma, D. Iñaki Urdangarin, vienen despertando el interés de los tribunales y el asombro de los ciudadanos, irritados y cabreados por las actuaciones del “yernísimo”. Aunque el abogado y portavoz del duque haya declarado que su representado está “preocupado y apesadumbrado y un poco indignado” por las informaciones que están apareciendo sobre el Instituto Nóos, que presidía. Bien es cierto que podía haberlo pensado antes de ponerse las botas.

 

Pero, sin perjuicio de volver en otra ocasión sobre las actuaciones “no ejemplares” del Duque, resulta curioso destacar la personalidad de su socio, Diego Torres, ya imputado por el juez instructor  del caso Palma Arena por el presunto desvío de 2,3 millones de euros por parte del Ejecutivo del expresidente balear Jaume Matas al Instituto Nóos.

Este señor, Diego Torres, no sólo es que lograra ganancias un tanto discutibles con sus negocios, es que además enseñaba a dar pelotazos a los demás, generalmente altos directivos. En 2008 defendió su tesis doctoral con el sugestivo título de “Influencia del alineamiento  estratégico en el éxito del patrocinio. Estudio empírico del patrocinio en el sector de la automoción en España”, logrando el título de Doctor en Management Sciences. Dirigió procesos de “reflexión estratégica” en numerosas empresas y organizaciones, y programas de alta dirección, e hizo llegar a altos directivos sus “Lecciones para superar la adversidad”. Profesor Asociado del Departamento de Política de Empresa de ESADE, prestigiosa escuela de negocios, ha sido apartado de la docencia tras su imputación.

Sin intención de generalizar, se trata de una muestra del papanatismo que ha impregnado parte de nuestro tejido social y empresarial. Cuando lo importante es lograr beneficios rápidos y desproporcionados, cualquier vendedor de timos puede tener éxito, si tiene buena presencia, mucha labia y se rodea de marcos suntuosos, azafatas, ordenadores, proyectores y mucho coffee-break. Y, revestido de apariencia de prestigio, cobra suculentas minutas por vender aire. Porque todo eso que cuenta, para ser verdad, necesita tener acceso privilegiado a redes de informaciones y contactos –eso que denominaba “alineamiento estratégico”–, que no están al alcance del honrado emprendedor.