Letras y arte. Ordovás, Cerdá, Vaquero
Julio José Ordovás, el más clandestino de nuestros mejores escritores, el mejor de los malditos (aunque él no va de eso, jamás), acaba de ver publicado en Sevilla (Vela de Gavia, La isla de Siltolá), Una pequeña historia de amor, un libro estupendo que reúne, como otros suyos, pequeños relatos, poemas, ensayos, de una penetración y un atractivo muy notables. No es frecuente tener en las manos tanto estimulante texto, divertido, rompedor, lúcido.
Y como Ordovás suele aparecerse por partida doble, casi a la vez se ha presentado el precioso libro Pepe Cerdá. Entre dos luces (Eclipsados), a la vez que se inauguraba una exposición del artista en la zaragozana galería de Carlos Gil de la Parra. El libro, bellamente editado, con muchos de los mejores “paisajes” de alrededores urbanos y un par de magníficos retratos, lleva un texto absolutamente imprescindible para conocer a este coloso de la figuración que es Cerdá. Ordovás no es Millás, aunque los nombres rimen y en algo se asemejen: es menos epatante y mucho más profundamente realista, tan y más divertido y ocurrente. Uno tiene debilidad por ambos, pintor y escritor, y querría transmitirla y compartirla.
Un tercer libro nos llega, lleno de vida e interés aunque toscamente maquetado y con muchas erratas, que sé no tuvo ocasión de corregir el pulcro autor, Dimas Vaquero Peláez: A la sombra de la Sabina (Certeza), una novela de corte clásico, que aborda, como algunas otras editadas recientemente a autores aragoneses, el tema inagotable de la guerra civil. Los personajes, muy bien trazados, desarrollan la inmensa tragedia de la España rota, en una historia en que destaca el protagonista, trasunto acaso de la República toda: un anarquista que ejerce la bondad, la racionalidad, acaso demasiado ingenuamente. Los escenarios, casi todos monegrinos, la perfecta documentación histórica (sin que ello haga enojoso o aburrido el contenido, al contrario, le da veracidad, verosimilitud), aportan al acervo literario aragonés un texto valiente y claro.