Labordeta, siempre en la memoria
Existen personas que tras su fallecimiento, dejan un imborrable recuerdo más allá de los familiares o amigos que se quedan aquí. El caso de Labordeta, así lo demostró. Más allá de su labor como literario o político, se encontró el sentimiento de soledad de más de 50.000 personas que lo despidieron el día de su fallecimiento en la Aljafería.
La editorial Rolde de estudios Aragoneses, en su número 55 de la colección Cuadernos de Cultura Aragonesa, acaba de publicar “Para creernos vivos todavía. José Antonio Labordeta en la memoria”, un volumen coral, coordinado por el profesor universitario Antonio Pérez Lasheras. La publicación, cuya portada fue realizada por el pintor aragonés Pepe Cerdá, y que contiene un CD con el primer disco que grabó el homenajeado “Cantar i callar”, es una historia de amistad, entre el autor del “Canto a la libertad” y la editorial aragonesa, ya desde el titulo de la obra “Para creernos vivos todavía”, último verso del poema de Labordeta titulado “Siete de marzo”, correspondiente al poemario Método de lectura (Madrid, 1980). Dividido claramente en cuatro partes, la primera recoge los poemas y artículos, que el autor de “Somos” publicó desde 1982 en la revista Rolde. El segundo recorrido está formado por cuatro entrevistas que en diversos momentos se realizó a Labordeta, por personas muy diferentes, y en épocas dispares para el homenajeado, así pues la primera que aparece, realizada por dos jovencísimos José Luís Melero y Chesus Bernal, sobre la Transición y el auge del aragonesismo, no tiene nada que ver con las del nuevo milenio (2001-2007), realizadas por Carlos Serrano, Rubén Ramos y Javier Aguirre, donde un Labordeta “resurgido de sus cenizas”, defiende un aragonesismo de izquierdas en Madrid, para acabar completando el capítulo con un diálogo con Antón Castro, en donde se reconstruía la figura y el magisterio de su hermano Miguel. La tercera parte de la publicación vuelve sobre textos dedicados al autor de “Albada” para la revista Rolde, y una cuarta, que bien podría llamarse “elegía o elogio fúnebre” redactados por muchos de sus amigos de varias generaciones, entre ellos destacan Eloy Fernández Clemente, Julián Casanova, Daniel Gascón, Nieves Ibeas, o Félix Romeo, de especial relevancia por su inesperada desaparición y por ser un texto no impreso, sino más bien leído en una de las colaboraciones para Radio Nacional de España, rescatada para la ocasión.
Obra menor si se atiende al esfuerzo que la misma editorial realizó en el 2008, para editar esa obra totalizadora sobre el cantautor, titulada “José Antonio Labordeta. Creación, compromiso y memoria”, pero que en sí mismo es, en palabras del coordinador de la obra, “un homenaje, un canto a la inmensa alegría que sentimos de haber conocido a una persona que siempre fue un termómetro de la coherencia”. Esa estrella con luz propia, que ha dejado Labordeta, seguirá brillando con el paso de los años, cuando ninguno de nosotros estemos vivos, y el recuerdo al poeta- político sea ya lejano en el tiempo, sólo entonces esta obra será valorada por los investigadores que decidan sumergirse profundamente en la obra labordetiana.
Para creernos vivos todavía.
José Antonio Labordeta en la memoria.
Rolde Estudios Aragoneses, 2011. 196 páginas