El Rey se divierte
Con este título (Le Roi s’amuse) estrenó Victor Hugo en 1832 una obra teatral, cuyas representaciones fueron suspendidas por la autoridad; Verdi la tomó como argumento para su ópera “Rigoletto”, aunque también intervino la censura y le obligó a cambiar el personaje del rey libertino por el Duque de Mantua.
Hoy, afortunadamente, la censura y el ocultamiento no es tan fácil sobre las actividades reales y su crítica.
El accidente sufrido por el Rey Juan Carlos cuando se dedicaba a la caza mayor en Botsuana ha sido conocido y comentado por los medios de comunicación y por las redes sociales. Mala época para la familia monárquica. Undargarín ha puesto a la infanta Cristina en el candelero, pues muchos piensan que no puede ser considerada totalmente ajena a los negocios de su marido. El accidente del hijo de la princesa Elena provocó la sorpresa porque un niño manejara armas de fuego, teniendo en cuenta los antecedentes familiares, con todo tipo de comentarios (“Froilán y la prima de riesgo se disparan”). Y el accidente del Rey ha provocado un cúmulo de opiniones en las redes sociales, todas críticas: “la cacería fue organizada por el Instituto Nóos”, o “puesto que el Rey trabaja para los españoles, quizás deberíamos pedirle explicación sobre por qué cazaba elefantes a la hora del cafelito”.
En resumen, los datos que se han ido conociendo han provocado irritación y decepción sobre la conducta del monarca: se había ido a cazar elefantes en Botsuana prácticamente de tapadillo; que cada paquidermo a abatir cuesta no menos de 40.000 euros; y que el Rey se divierta en el quinto pino, mientras la prima de riesgo pone en un brete la financiación del Estado, se anuncian recortes en servicios básicos y el desempleo alcanza cifras que asustan, es algo que no es fácil de entender. No se acaba de comprender la falta de sensibilidad ante la situación económica y social española por parte del Monarca ni que sus numerosos asesores retribuidos no hubieran sido capaces de hacérselo notar, moderando sus ímpetus cinegéticos.
El accidente se dice que se produjo al bajar unos escalones a las cuatro de la madrugada; menos mal que se dice también que es la hora adecuada para cazar fieras, no fuera alguien a pensar que, dada la hora, a la caza de elefantes se unían otras aventuras. Para mayor infortunio, el accidente se ha conocido en el aniversario de la Segunda República.
Esta falta de sensibilidad del Jefe del Estado ante la difícil situación de muchos ciudadanos es un síntoma del mal que aqueja a una parte importante de nuestra clase política profesionalizada, que, disfrutando de unos privilegios y unas retribuciones injustificadas, no parece darse cuenta de que se acabó la época de vacas gordas, que tantos abusos permitió consentir. Y que se necesita una verdadera renovación de ideas y de personas.