29/01/2010

Falta un árbol en la plaza de los Amantes

¿Porque no un árbol en medio de la plaza? Un árbol autóctono de nuestra tierra, con gran longevidad y alto crecimiento. Amplia copa ascendiendo hacía los azules cielos, para retener la nieve en invierno, tapizar el suelo con hojas caídas en el otoño, inundar de olor la llegada de cada primavera, refrescar las tardes del estío. Donde al anochecer lleguen decenas de lavanderas a dormir en sus ramas, en cuyas horquillas y camufladas por las hojas instalen sus nidos los jilgueros. Leer o pensar a su sombra, abrazar su tronco junto a nuestra pareja, hijos, nietos y amigos…, un testigo de nuestra vida, que nos sobreviva. Un elemento vivo de la ciudad en que sucesivas generaciones repitan hechos trascendentales.

Hay razones estéticas, sentimentales para incorporar el árbol a la urbanización de la ciudad. Recordarnos nuestro origen, en tantos ocasiones tan alejado de la capacidad transformadora del medio que conlleva nuestra acción cultural en el entorno donde vivimos. Permitirnos recordar esa gran diversidad biológica que puebla este singular planeta Tierra.

Un árbol ayuda a una ciudad a ser acogedora. Una apreciada sombra para los bochornosos días del verano, que puede dejar pasar los rayos solares en los gélidos días invernales, si su hoja cae en el otoño.

La apuesta por él, debe serlo con vocación de permanecer en el tiempo hasta convertirse en un ser vivo viejo y monumental. Asentar esa sensación de quedarse, como también debiera contemplar el proyecto de urbanización de la plaza, tras lo mucho que nos ha costado decidirnos por afrontar la integración de este lugar de acceso a San Pedro, donde localizamos el Mausoleo de los Amantes, por el que Teruel es conocido desde lugares lejanos.

Esta ciudad ha perdido viejos árboles, tilos, olmos, álamos. Creo que es hora de recuperar su presencia junto a nosotros.

Mis reflexiones, no creo sean una excepción en la ciudadanía turolense. Ciudadanos que con disgusto hemos visto transformar la ciudad de Teruel con las últimas reformas de plazas y calles, que han incorporado un exceso de elementos grises: rocas alejadas de la peculiaridad de nuestro paisaje; elementos auxiliares monótonos, como tantos otros instalados en las modernas transformaciones realizadas en el urbanismo de  ciudades y pueblos del España; maceteros como única aportación viva. Una sensación de tristeza, que no ayuda a trasladar calor a este lugar donde el clima nos aletarga a lo largo del invierno.

No me refiero precisamente con calor, a la sensación térmica. Más bien intento reflexionar sobre esa necesidad de sentirse de un lugar. Compartir la convivencia en un espacio con el que te identificas, por los recuerdos y por las ilusiones de creer en el futuro.