En recuerdo de Francisco Beltrán, un hombre bueno y comprometido
El 26 de enero ha fallecido Francisco Beltrán Odri, “Sisco” para los amigos. De profundas convicciones cristianas, fue luchador incansable por las libertades y por los más necesitados.
Paco Beltrán no era partidario de homenajes ni de especiales elogios, creía que su actuación no era otra cosa más que cumplir con su deber de persona. Pero en estos momentos de crisis, de chapuzas y corrupción, de desconfianza en la clase política, su recuerdo tiene un especial valor porque demuestra que hay otra forma de entender el ejercicio de la política.
Paco Beltrán nació en Fraga en 1928, de familia obrera. Desde los 16 años tuvo que trabajar (pastor, peón, minero) y, tras sufrir una grave enfermedad, acabó participando en una empresa de venta y reparación de maquinaria agrícola, que sería ya su trabajo. Con un sentimiento cristiano muy profundo, durante toda su vida estuvo presente en las actividades parroquiales, en el Consejo de Pastoral y en la aplicación de la doctrina del Concilio Vaticano II. Y con el convencimiento de la necesidad del compromiso político, desde muy joven ingresó en la Juventud Obrera Católica, en 1967 se integró en el Movimiento Socialista de Lérida, en 1972 ingresó en Convergencia Socialista de Cataluña, y en 1976 en el recién creado Partido Socialista de Aragón. Como presidente de la sociedad civil COACINCA combatió la instalación de centrales nucleares en el Bajo Cinca. Sirvan estos datos como prueba de su temprano compromiso, a los que quiero permitirme unir algunos recuerdos personales como despedida de amigo.
Lo conocí al principio de los años 70, cuando la lucha por la democracia nos puso en contacto a tanta gente de la provincia de Huesca. Y tuve ocasión de compartir con él una estrecha camaradería y amistad puesto que, formando parte de la candidatura del Partido Socialista de Aragón por Huesca en las elecciones de 1977, disfrutamos con Santiago Marraco de veinte días de viajes y comparecencias públicas por toda la provincia, con dos mítines diarios y cuatro los días festivos. Esa estrecha convivencia me sirvió para conocerlo mejor y para que me impresionara su claridad de ideas, su generosidad, su sentido de la honradez, su tolerancia fraterna hacia otras creencias, y, al tiempo, su rotundidad en la condena de la prepotencia, de la injusticia y de las desigualdades.
Después, Paco se incorporó al PSOE y fue Diputado de las Cortes de Aragón desde 1983 a 1991. Pero, sobre todo, fue Alcalde de Fraga desde 1979 a 1992, con un respaldo abrumador de sus convecinos, y trabajó con ilusión por el progreso de su ciudad y de sus gentes. Un episodio xenófobo conmovió sus raíces: un grupo de inmigrantes sin trabajo, para el que no se ofrecían soluciones, fue agredido por unos jóvenes, provocando una gran tensión ciudadana; no podía tolerar la agresión a los humildes pero al tiempo se compadecía de los jóvenes condenados por su participación en los hechos. Marchó a Madrid a interceder por ellos y la frustración por el trato recibido le hizo sufrir un infarto. El disgusto y la decepción por lo ocurrido y la sensación de no ser suficientemente apoyado por su partido para superar la situación creada, le hicieron dimitir como Alcalde.
En septiembre de 2002 un grupo de amigos fuimos a Fraga para tributarle por sorpresa un homenaje íntimo de cariño y admiración. Tras la comida, Paco, emocionado, nos habló durante casi una hora de sus convicciones, de sus sentimientos, de su radical compromiso con el servicio a los demás. Siempre he sentido no haber grabado sus palabras para que mis hijos pudieran haber escuchado esa lección magistral de valores humanos.
Poco después, el sacerdote Ramón Prat i Pons publicó el libro “El fil de la vida, quinze imatges humanes de llibertat”, en que le dedicaba el capítulo “Sisco, l’ètica del compromís polític”. Entre otras reflexiones, Paco hacía las siguientes:
“En tiempos de la Dictadura era muy duro comprometerse políticamente a causa del peligro que comportaba la opresión y la persecución política. En la democracia, para un cristiano comprometido políticamente, la dificultad mayor es la convivencia con las estructuras del partido, que en el fondo no son muy democráticas, porque se lucha por acaparar los lugares de poder”.
“Gracias al compromiso, cuando era alcalde, pude hacer una labor intensa a favor de los pobres, de transformación de mi ciudad, pero también supuso colaborar en la formación de una sociedad liberal capitalista totalmente negativa y contraria a las finalidades de mi compromiso temporal cristiano. Por todo eso, no puedo aclarar si mi compromiso ha sido positivo o negativo. Es una eterna contradicción”.
Y unas palabras que, pronunciadas en 2002, suenan a anticipación y a esperanza:
“Lamento profundamente que un número elevado de políticos hayan perdido la ética. Siento que no se hable de utopía. No comprendo el pragmatismo de mi partido. Aun así, estoy convencido de que en este siglo XXI se desarrollará un tipo de socialismo democrático capaz de incrementar la cultura y la educación, de erradicar la pobreza y de liberar la sociedad de la esclavitud materialista generada por este neoliberalismo salvaje en que vivimos actualmente”.
Muchos políticos en activo disimularían una sonrisa si leyeran estas reflexiones: ¡qué ingenuo¡, ¡que iluso¡ dirían. Lo malo es que también lo pensarían políticos de formaciones progresistas. El apego al poder y sus privilegios ha ido haciendo olvidar ideas, normas de conducta y reivindicaciones de justicia e igualdad. Pero Francisco Beltrán supo lograr que sus convicciones y su trabajo consecuente dieran pleno sentido a toda su vida y la llenaran de dignidad. Ese ha sido su triunfo.
Descansa en paz, querido amigo.