La España que queremos (II)
En La España que queremos (I), http://www.andalan.es/?p=6617 —publicado en Sociedad, 26/11/2012— iniciábamos 4 pilares de revolución pendiente: a) Reconversión Ciudadana, b) Reforma Electoral, c) Inspectores de Hacienda y d) Reforma Judicial. Hay otras muchas reformas que hacer, pero estas cuatro son matrices.
“HACIENDA, ¿SOMOS TODOS?”
El fraude fiscal en España es el 23% del PIB. Perdemos 80.000 millones de euros cada año, incluidos timos disfrazados, SICAV, ETVE, Deducciones a Entidades “protegidas”, Paraísos fiscales… Hasta 2008, bienes de lujo -como una lata de caviar ruso- pagaban menos impuestos que un paquete de compresas. En los últimos 15 años, se ha bajado un 18% los impuestos a 11.000 grandes empresarios (nómina superior a 300.000 €/año). Total, más impuestos para ciudadanos honrados. Y más trabajos sin remunerar (como este artículo mío).
Hay también dos tipos de empresas exentas de impuestos: SICAV y ETVE. Las SICAV (Sociedad de Inversión de Capital Variable) son las preferidas de los ricos, como Amancio Ortega, Alicia Koplowitz o la infanta Pilar, hermana del rey Juan Carlos. Y las ETVE (Empresas de Tenencia de Valores Extranjeros), desconocidas para el gran público, deben tener en el extranjero una inversión mínima de 6 millones € o el 5% de acciones de una empresa superior. Funcionan, de hecho, como paraíso fiscal en España.[i] Las Etve no pagan impuestos, aunque desde su implantación (a mediados de los 90) han movido en España 123.551 millones €.[ii]
Las Sicav nacieron en 1985 y sus impuestos son sólo el 1% de sus beneficios. Deben tener 100 ó más socios y 2,4 millones € en total. El dinero “no es problema”, sólo los 562 altos ejecutivos del IBEX cobran de media 915.000 € al año. Y los “socios” los facilita el propio banco (inversiones irrisorias de 99 nombres de paja, llamados “mariachis”). Hay 3.347 Sicav con unos 26.000 millones € en patrimonio (la mitad de la capacidad de ahorro de este país). Entre ellas, 530 tienen el 90% del dinero en manos de una sola persona.[iii]
Señores Diputados, tengan la vergüenza de hacer un plan para que la Banca devuelva las millonadas que ustedes les han puesto en bandeja, en vez de facilitar el crédito a las familias y a las empresas. Hasta junio-2012, se ha dado a los Bancos españoles 215.000 millones de euros. Además, el BCE les presta dinero al 1% y, con ese mismo dinero, compran deuda al Estado Español al 5% o más. Pero ¡qué Europa de traficantes es ésta!. “Alemania, beneficiario máximo de la moneda única, no se quiere dar cuenta de que la crisis también les va a afectar a ellos, más pronto que tarde”.[iv]
Pongan coto a algunas Teleoperadoras, que ofrecen los servicios más caros de Europa y a veces de mala calidad. Otro lío es el energético: luz, gas. Nunca hacen huelga para subirnos los precios (para eso está el BOE). No sólo nos meten impuestos raros, sino que suman todo y añaden el IVA, impuesto sobre impuestos. ¿Para qué nos sirve ser el país con más sol de Europa, incluida Canarias? Quizá nuestros líderes no sean delincuentes (presunción de inocencia, ante todo), pero sí que tienen ”una capacidad intelectual notablemente inferior a lo normal” (definición RAE para el concepto de sub-normal).
Gestionado por incompetentes, este Estado es moroso. En diciembre-2011, sólo entre CCAA y Ayuntamientos, 172.151 millones € de deuda (¡!).[v] ¿Para qué sirve un Tribunal de Cuentas con 5 años de retraso? ¿Le llamamos Tribunal de Cuentas Prescritas o lo suprimimos directamente?
En resumen: Si no hay democracia económica, no hay democracia. Aumenten, cualifiquen y apoyen a los Inspectores de Hacienda. “En una plantilla con casi 7.000 funcionarios para realizar inspecciones, sólo 322 tienen capacidad para decidir” si las grandes empresas deben ser investigadas o no. “El fisco español presiona SEIS VECES MÁS a los ciudadanos de a pie que a las grandes fortunas y a las multinacionales”.[vi]
Pedro Mendoza es doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación (UCM 2000).
[i] Daniel MONTERO (2012): El club de los “pringaos”. Madrid: Esfera de los Libros, 1ª edición, pp. 19, 30, 85-89.