Fracking en el Maestrazgo (II): La técnica y sus riesgos
La fracturación hidráulica o fracking es una técnica de explotación del llamado ‘gas de pizarra’, hidrocarburo atrapado en minúsculos poros de rocas muy poco permeables y cuya extracción comercial por métodos convencionales no es posible. El fracking consiste en la creación de fracturas mediante la inyección de una mezcla de agua, arena y aditivos químicos a muy alta presión. Esta fracturación inducida genera una permeabilidad artificial que permite extraer el gas.

Campo de pozos de fracking en Texas
El elevado impacto medioambiental del fracking ha sido puesto de manifiesto por recientes informes elaborados o encargados por instituciones de la UE, centros de investigación como el Tyndall Centre, o incluso órganos de la administración norteamericana, como la US Government Accountability Office. En estos informes se destacan los siguientes impactos potenciales:
(a) Consumo de recursos: elevada ocupación de suelo para establecer las plataformas de explotación y los caminos de acceso; gran consumo de agua, que habría de ser detraída de los recursos subterráneos locales o traída en camiones-cisterna.
(b) Peligro de contaminación: (i) por aditivos químicos nocivos del agua de inyección, tanto en los acuíferos subterráneos (una parte del fluido queda en el subsuelo) como en superficie; (ii) por metales pesados, sustancias tóxicas (arsénico) o aguas muy salinas que existen en capas profundas, y que el fluido inyectado a presión puede movilizar hacia niveles superficiales; (iii) por el propio gas que se explota, que puede escapar por la red de fisuras inducidas, por fracturas naturales o defectos en las entubaciones.
La empresa Montero Energy ha solicitado el Permiso de Investigación ‘Platón’ para explotar gas de pizarra mediante fracking en el Maestrazgo y Gúdar. En caso de salir adelante dicho proyecto, los impactos negativos podrían ser enormes. La topografía agreste haría dificultosos los accesos y las operaciones en los pozos de extracción, multiplicando el impacto de los movimientos de tierras y la ocupación de suelo. El deterioro del paisaje y el cambio de usos del territorio serían muy acusados, siendo muy difícil compatibilizar la nueva actividad extractiva con el desarrollo de la ganadería y agricultura tradicionales, así como con iniciativas actuales basadas en el turismo rural y en industrias artesanales de transformación de productos autóctonos.
Y todo ello, además, con unas contraprestaciones más que dudosas. La experiencia de Estados Unidos nos enseña que, más allá del aumento exponencial de la producción total de gas de pizarra, la evolución real de cada área de explotación y de cada pozo debe ser analizada con detenimiento. En pocos años la producción alcanza el pico y decrece; informes de la U.S. Energy Information Administration (EIA) sugieren que en la formación Barnett Shale ese pico se está alcanzando sólo 15 años después de iniciarse la explotación masiva. Así, las previsiones futuras de continuo crecimiento de la producción de gas de pizarra requerirá la explotación de nuevos yacimientos que, a su vez, serán abandonados pasados unos pocos años. Además, nuestra legislación no es la de Estados Unidos, donde el propietario del suelo lo es también del subsuelo y de sus recursos, obteniendo por tanto beneficio directo de los mismos. En el Maestrazgo los recursos son seguramente mucho menores que en Norteamérica, los beneficios para la población local serían mínimos y su continuidad en el tiempo, más que dudosa. Se trataría, en definitiva, de una perversa herencia que hipotecaría por completo el futuro de estas comarcas sin abrir expectativas de desarrollo alternativo a largo plazo.
José Luis Simón Gómez
Catedrático de Geología de la Universidad de Zaragoza, miembro del Colectivo Sollavientos