Novedades literarias
El Buñuel de Gibson
Tras varios años de lecturas, viajes, entrevistas, reflexiones, el estupendo hispanista (irlandés, y español desde hace treinta años) Ian Gibson ha alumbrado el primer tomo de un estudio minucioso, proljo, profundo: “Luis Buñuel. La forja de un cineasta universal, 1900-1938”, sobre el que, junto a Goya y Cajal, es quizá el más conocido de los aragoneses contemporáneos. Es una biografía apasionante, en la que junto a las indagaciones en Calanda y Zaragoza, sobre sus años de infancia y juventud, se analizan los que pasa en Madrid, ya más abordados por él y otros, en París, sus primeras míticas obras, su vivencia de la República y los dos primeros años de guerra.
Nos felicitamos de este libro excepcional. Es casi una enciclopedia, un libro de consulta obligada no sólo para los tantos fans del genial director o los estudiosos de la historia del cine, sino sobre otros muchos aspectos. Es amplísima la bibliografía y otros materiales acarreados en este volumen de casi mil páginas, que esperamos llevará a otro (aunque quizá Gibson ya no tenga tanto interés en saber de los años norteamericanos, mexicanos, franceses, españoles de nuevo, de una historia de sus grandes filmes). Entre otros muchos apoyos, además del incondicional de la familia Buñuel, en especial Pedro Christián García Buñuel en sus últimos tiempos de vida, tuvo la compañía y asesoramiento de nuestro amigo Vicente Martínez Tejero. Sólo echamos de menos una casi total ausencia: la de los muchísimos trabajos que dedicó a Buñuel Manuel Rotellar, de quien nadie, salvo Vicky Calavia, parece acordarse ya.
Treinta años de Turia
Con su número 108 (Noviembre 2013 – Febrero 2014) cumple la veteranísima revista cultural Turia sus primeros treinta años. Editada por el Instituto de Estudios Turolenses, este volumen de casi medio millar de páginas, aporta, como acostumbra, grandes panoramas literarios hispanos y por extensión algunos europeos y americanos. Así, puede leerse a Claudio Magris y Tabucchi junto a Jorge Herralde, a Villoro y otros. Poetas como Gamoneda, Molina Foix, Villena, García Montero, etc. O ensayos como el de Valentí Puig, Atributos de Europa. Si hay textos de grandes autores recientemente fallecidos, hay olfato extraordinario publicando antes de su premio a Nuno Júdice. Y de los nuestros, a Pisón, Ramón Acín, Tomeo, Puértolas, Guinda, Escuin.
Pero en este caso, con toda justicia y un despliegue espectacular de interés y calidad, se homenajea en el “Cartapacio” a la que fuera codirectora y otra alma de la revista, Ana María Navales. Y a ello acuden, entre muchísimos, su compañero fiel Juan Domínguez Lasierra, Mainer, Rosendo Tello, Conget, Cándido Pérez Gállego, Ordovás, y, claro, Raúl Carlos Maicas, que quedó solo en la dirección, rumbo bien mantenido, y cumple con este sagrado deber, además de seguir con su Isla.
Hay conversaciones con Auster y Savater, y análisis de la obra de Gonzalo Tena, y las generosas y afinadas páginas de La Torre de Babel, selección de libros y comentarios en profundidad, algo tan infrecuente. En fin, para no mentir por omisión, diré que el profesor de Secundaria en Teruel y avezado colaborador de esta tan querida revista Juan Villalba Sebastián, aborda en “diez instantáneas”, una reseña muy amplia de mis memorias, ampliada a una ojeada a toda mi obra publicada, y siguiendo el hilo a través de muchas anécdotas, muy bien seleccionadas. Mil gracias, amigo.
En el centenario de Ildefonso Manuel Gil
Con puntualidad aún asombrosa, al año de celebrarse un ciclo de conferencias en torno a Ildefonso Manuel Gil, a raíz de su centenario, aparecen en un breve pero muy enjundioso libro, coordinado por el estudioso de su obra, Manuel Hernández. Carlos Forcadell, director de la Institución Fernando el Católico, que lo edita, evoca sus vinculaciones y paralelismos con la entidad cultural, que dirigió muchos años, y recuerda cómo “Ildefonso Manuel Gil tuvo las dos experiencias, la del exilio interior a la búsqueda de una acomodación personal y profesional, a la espera y esperanza en el paso del tiempo, en larga negociación con la áspera realidad provinciana y consigo mismo, y la de la cultura del exilio americano que le permitió reanudar con libertad, pero aún con cautela, unas redes y relaciones personales anteriores, más libres y gratificantes, cuyo origen, treinta años después, ya comenzaba a estar lejano”. El conjunto de autores aborda diversas facetas de la reconocida como “generación de 1936” (Jordi Amat, Domingo Ródenas, José-Carlos Mainer, Santos Sanz Villanueva, Miguel Dolç) en la que sitúan a Ildefonso, o el más cercano recuerdo sobre él (Guillermo Fatás, M. Antonia Martín Zorraquino, M.Dolores Albiac, M. Hernández). Un libro magnífico, de lectura utilísima, y de recuerdo de un gran escritor y querido amigo.
Los Argensola
La Institución Fernando el Católico sigue con su genial proyecto de ir ofreciendo en desplegables de cómoda y bella presentación síntesis sobre grandes figuras aragonesas. En este caso, acaba de aparecer el dedicado por José Luis Cano, dibujos excelentes, textos agudos y concisos, a los hermanos Lupercio y Bartomolé Leonardo de Argensola, máximes rectores de la lengua españolas del tiempo de Cervantes, y Lupercio cronista de los “sucesos del reino de Aragón en los años 1590 y 1591”. Una delicia.
En el Entresuelo
Daniel Gascón es uno de los más interesantes valores de nuestro mundo literario. Excelente traductor de varios idiomas europeos, colaborador en diarios y revistas, narrador probado en tres libros memorables, editor de los cuentos completos de Tomeo, hombre de una sencillez y amabilidad asombrosos (a sus 32 años) ha dado un salto, creemos que definitivo y de largo recorrido, con una breve novela, “Entresuelo” (Mondadori), en la que recoge vivencias, mitos, textos y recuerdos de familiares, ideas, humor sutil y a veces desbordado. Es su vida en casa de los abuelos, primero, y luego cuando la “heredó” y ocupa con su novia y vive hace algunos años. El libro, que se lee de corrido, con una sonrisa perenne, constituye un homenaje a su singular abuelo, desde los años de su Ejulve originario hasta los convividos en ese entresuelo esquina a la avenida Goya zaragozana, por cuya ventana entran y salen conversaciones, sol y viento, y hasta personas, a veces. Y, en el fondo, y de ahí un “valor añadido”, es una historia coral y algo desveladora en la que aparecen, desfilan, disfrutan, viven intensamente todos los miembros de esa familia a la que Daniel pertenece: la de Antón Castro y Carmen Gascón, sus padres, nuestros amigos.