26/03/2014

El mayor hereje del mundo

115773_el-medico-hereje_9788408119906Miguel  Servet o Serveto (1511- 1553) fue un hombre del Renacimiento, dominador de múltiples disciplinas: griego, hebreo, derecho, teología, matemáticas, astrología, hermetismo, anatomía, por  contra, como así sugiere la novela, soberbio y tozudo.  Descubridor de la circulación pulmonar de la sangre, autor de libros como  Trinitatis erroribus, y su obra posterior, Christianismi Restitutio, lo que lo convirtió en un autentico hereje y blasfemo, tanto para los católicos, como para los protestantes.

José Luis Corral, vuelve a las librerías, con su nueva novela El médico hereje, la novela comienza en Vienne del Definado, en 1552, y concluye, tras ocho capítulos, en Ginebra, en 1553, en una narración, casi siempre, en tercera persona. Bien redactado, de prosa fácil y rápida de leer, algo tediosas las conversaciones teológicas entre los dos personajes principales, Servet y Calvino; La novela, denota gran interés en capítulos como la fuga del aragonés, de la cárcel de Vienne, la madrugada del 7 de abril de 1553, sin embargo, las dotes literarias del autor, salen a la luz, en los cuatro meses que pasan desde la fuga de la cárcel, hasta que se presentó en Ginebra, ciudad en la que vivía su máximo enemigo, Calvino. He ahí lo más interesante de toda la novela, Corral humaniza a Servet, dibujando detalles muy humanos, las conversaciones con su criado, Benito,   o la escena en la que en una cercana aldea a Ginebra, la hija de un campesino, en cuya casa estaba hospedado Servet, se le insinúa, y el médico aragonés debe contarle el accidente que tuvo, de joven, y la pérdida de uno de sus testículos.

Por el contrario, a veces el autor parece tomar parte en la novela, en favor del protagonista, y ridiculizar a sus adversarios, a Calvino, lo describe “de estatura mediana, muy delgado, su rostro enjuto de rasgos adustos estaba cubierto por una larga barba en al que ya surgían algunas canas. El tono pajizo y apagado de su piel le confería un aspecto enfermizo y triste. Sus ojos profundos y negros, de mirada acuosa, denotaban fortaleza de ánimo pero a la vez transmitían una cierta desesperanza vital. La frente amplia y recta, se prolongaba en el perfil en una nariz larga y afilada, signo, se decía, de un hombre franco y decidido a defender hasta el fin sus posiciones”.

Nos encontramos pues ante un novela donde un médico cuyos dos únicos crímenes fueron el de conocer mejor a los hombres a través del libre pensamiento, y procurar el ecumenismo entre todas las doctrinas y todas las creencias religiosas, se ve fielmente reflejado.