17/11/2010
Cualquiera podría haber afirmado, hace bien pocos días, que el contencioso del Sáhara Occidental era un conflicto estancado, sin posibilidad de avance alguno. Empantanado entre el cínico mantenimiento de un statu quo ilegal con la complicidad de los organismos internacionales y la reiterada insistencia en un imprescindible acuerdo político, por otra parte inviable, entre dos posiciones radicalmente enfrentadas y, una de ellas, la de Marruecos, contumaz en el desprecio de los principios del derecho internacional y en el sistemático incumplimiento de todo tipo de acuerdos. Hasta algunos analistas y estudiosos consideraban que la verdadera y principal víctima de este proceso, el pueblo saharaui, agotara su voluntad reivindicativa o simplemente desapareciera por la pérdida de su capacidad de resistencia e, incluso, de su identidad colectiva.
05/11/2010
Tercera y ultima parte.
3. Algunas consideraciones, a modo de conclusión.
04/11/2010
2. Un análisis desde la observación
El Sáhara Occidental es un país ocupado y los saharauis el objeto preferente de una persecución, de una represión continuada, de un constante menosprecio y acoso que se ha mantenido, de forma persistente, si bien con distintos grados de intensidad (que no de perversidad ni de calculada manipulación de personas y conciencias), a lo largo de treinta y cinco años de conquista militar. Ésta es la primera y fundamental constatación.
03/11/2010
El observador Santiago Jiménez nos envía este reportaje acerca de el caso saharaui y que publicamos en tres partes.
"Para mis compañeras y compañeros. Aquellas y aquellos que viven en el espanto cotidiano, los y las que se aventuraron al camino y quienes se quedaron sufriéndome"
1. Las claves de una efemérides impensada
La convocatoria de la Conferencia de Argel bajo el título de “El derecho de los pueblos a la resistencia: el caso saharaui” parecía un hecho apresurado e intempestivo que supuso una necesaria alteración en el calendarios de tareas para el último cuatrimestre del año dentro de la Permanente de CEAS. Implicaba, además, una segunda responsabilidad: la de asumir un compromiso de acompañamiento a favor de los activistas que, desde los territorios ocupados, viajarían hasta este encuentro en su viaje de retorno hasta sus casas.