Creo que Ángel Garcés, colega universitario y amigo de estas páginas, en las que con alguna frecuencia amable nos escribe, es jacetano. Y llegó hace años al valle como una brisa fresca y oxigenada, trayendo nuevos aires críticos, no casándose con casi nada ni nadie. Publica ahora un libro que, titulado como su primer capítulo, “El código del buen corrupto”, anuncia cuanto da: rigor y casi acidez, exigencia, y un pelín de humor, a veces necesariamente pesimista y negro. Y está muy bien escrito.