La mañana en Atenas ha sido risueña. Cantaban felices los pájaros en el parque próximo al hotel mientras leía a Kavafis. Salió un día radiante. Después de caminar varias horas llego a la Acrópolis horas y me detengo frente al Partenón. Suele ser el privilegiado punto de reposo de mis paseos. Sus ocho columnas de la fachada las he saludado con mis manos.