Inicio este artículo, recurriendo a nuestra Constitución. Título II. […]
De las ideologías nacidas en el siglo XIX, pocas como el nacionalismo y el liberalismo han permanecido intactas –y aun reverdecidas- en el tiempo presente. Nunca me he reclamado de la familia liberal pero los que se autoproclaman pertenecientes a esta grey lo son de manera muy particular, cuando no dudosa. A ellos nadie les dice cuánto vino deben beber, aunque conduzcan a continuación, ni a qué hora es obligatorio regresar a sus casas ni el dinero con el que tienen que participar vía impuestos a la vida comunitaria ni dónde han de desplazarse ni cuándo… Son libres, rabiosamente celosos de su individualidad y poco dotados para la vida en común. En realidad, crean una sociedad paralela con sus clubs privados, sus sociedades exclusivas, sus centros particulares tanto médicos como docentes, sus urbanizaciones cerradas con guardias de seguridad. Contra semejante in-dependencia, no existe “cientocincuentaycinco” que pueda con ellos, eximidos como están de cualquier control comunal y político, ajenos a cualquier pacto social.