Treinta años después, el nuevo régimen tiene que disolverse. Los sindicatos y los partidos políticos mayoritarios están solos. Desde abajo, la organización popular les supera.
¿Cómo pretenden que yo, que lo cuidé de potrillo, clave en su pecho un cuchillo porque el patrón lo ordenó?
Es el estribillo de una canción que Horacio Guaraní cantaba en los años 70 y en los hemiciclos “sagrados” (no será por su presencia) de este reino de taifas, tal vez haya cortesanos de más de 50 años a quienes quizá entonces todavía les daba un latido de justa rebeldía el corazón, que conozcan los versos e incluso los hayan cantado alguna vez delante de los otrora “grises”, hoy de mil colores y nombres que por unificar denominaremos “agentes”, por no llamarles viéndolos actuar “fuerzas de represión” que a muchos nos viene a la boca mientras reverberan en nuestra piel porrazos que creímos cicatrizados con los años.Era justo lo que estaban esperando. Los enemigos acérrimos del 15-M solo necesitaban un episodio de las características del ocurrido en el Parlament de Catalunya. Bastaba con que un pequeño grupo traicionara los principios pacifistas de los asamblearios para que sus detractores les criminalizaran y se abriera la veda contra los insurgentes. Toda suerte de críticas y de amenazas tipificadas penalmente planean sobre la cabeza de los indignados. No parece importante que la inmensa mayoría de los que allí se concentraron lo hicieran en paz, mostrando un comportamiento ejemplar y que intentaran contener a los agresivos. Tampoco es relevante el hecho de que los portavoces del 15-M condenaran el acoso que sufrieron los diputados catalanes y no se identifiquen con ningún tipo de acción violenta.
Jose Luis Sampedro explica que estamos viviendo la barbarie del hundimiento del sistema por un proceso de mera descomposición interna. No es que exista la posibilidad de un cambio de sistema. Nadie va a poder impedir que ese cambio se produzca. La corrupción hasta los cimientos hará solita el trabajo de derrumbe. Ni siquiera los banqueros son inmortales. E indudablemente el caido se sustituirá por otro sistema. Ahora vivimos esos turbulentos vientos del cambio.
Aún cuando comparto la valoración positiva que desde muchos foros se viene haciendo del movimiento "15 M", no puedo apoyar alguna de las propuestas surgidas del mismo.
Bajo mi modesto punto de vista, el movimiento asambleario, como forma de funcionamiento democrático, deja mucho que desear. Fue muy importante cuando era la única forma "tolerada" de tomar decisiones de protesta contra el sistema opresor en que se manifestaba la dictadura, pero, despues de morir el dictador y haberse instaurado en nuestro país un sistema de libertades, me surgen muchas dudas de que sea una forma de funcionar que mejore la que tenemos, por muy desprestigiada que esté (y razones no faltan para avalar tal desprestigio).
Durante toda la semana, acudo a mezclarme con la gente que acampa en la Plaza del Pilar de Zaragoza. Me gusta ir sola, descubrir un abanico de caras desconocidas y empaparme de la tormenta de ideas que bulle en sus asambleas. La generación perdida, esa que debía resignarse a poblar el purgatorio para cuadrar las cuentas de los tiburones, se levanta pacíficamente en un grito unánime para decir: ¡Basta! Y ese alarido se acopla en un eco multitudinario que ha rebasado las fronteras de nuestro propio país.